Desde que llegó a mis manos el primer cuento del maestro Oscar Wilde (1) , inmediatamente me percaté que era un alma más allá de lo corriente, especialmente por su profunda sensibilidad y su siempre búsqueda de un estado superior del espíritu y la conciencia, por sobre la maledicencia, el cinismo y las habladurías mal intencionadas.
El fue un adelantado de su tiempo, rupturista, irónico, mordaz, ingenioso, gran conversador y temible polemista, un gran crítico de la sociedad y su doble estándar. Su condición sexual le valió el rechazo y un cúmulo de enemigos subrepticios y evidentes que tuvo como trágico final su condena y encarcelamiento por dos años que deterioró de tal forma su salud que al salir lo esperaba la indigencia y la tumba, murió a la edad de 46 años.
Si bien su obra es cualitativamente un festín de sensibilidad, aventuras, humor e ironía, que permite al lector ser parte e integrarse a los maravillosos mundos y ambientes creados por el, quiero sugerir modestamente dos obras del maestro Wilde ideales para los adultos para que nunca olviden las sensibilidades humanas y grandiosas para los niños, para que se conviertan en sus cuentos de cabecera.
El Principe Feliz
El Gigante Egoista
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